25 oct 2022

 

El beso soñado

 

 

 

Hay que enjugar en un remanso

de mil aguas las manchas

de las penas.

 

 

Todos los días las mujeres viejas y jóvenes venimos a lavar al río. Bajamos, por la angosta vereda que serpentea entre las casas con la tina llena de garras en la cabeza. Al llegar al río nos quitamos las sandalias y tomamos un poco de agua con la mano para mojarnos las orejas. Algunas de las piedras que sobresalen a la orilla se convierten en lavaderos. El río nos recibe con brazos abiertos y con una sonrisa transparente. No se cansa de escuchar nuestros pensamientos, sueños y suspiros, y también siente cómo nosotras nos esmeramos en limpiar la ropa aunque no sea la de moda. Natalia, sí anda a la moda.

Natalia es mi hermana mayor y la quiero mucho, me compra dulces, me lleva a todas partes y me cuenta todo sobre sus novios. Tiene el pelo largo, el cuerpo bonito, caderas grandes, cintura de avispa y ojos pequeños y rasgados. Mi hermana me gana con tres años. Ella se hizo su primer novio a los siete años y ahora que tiene doce, ya lleva una lista enorme. Siempre que vamos a lavar al río nos apartamos de las señoras. Natalia dice que sus pláticas están cargadas de tristeza y despecho. Esas mujeres vienen a lavar en fondo y no les da pena; Natalia también viene a lavar en corpiño para presumir que está creciendo. Las señoras  hablan de las infidelidades de sus esposos y golpean con más fuerza el pantalón de mezclilla en la piedra. Entonces se escucha un golpe hueco y feo, ellas dicen que es bueno para aflojar la mugre.

Por eso nos apartamos,  porque no queremos que contagien nuestros sueños llenos de flores, de cielos llenos con figuras de algodón, de mariposas y primavera. Llegamos de Cuidad Juárez hace unos meses. Y tía Adela nos dejó vivir  en su casa por mientras mi mamá conseguía trabajo. Al principio veníamos todos los días a lavar la ropa, a fregar los trastes, a bañarnos o a jugar por varias horas en el río. Mis primos nos están enseñando a nadar y jugamos a ver debajo del agua, a pasar un puente que hacemos con las piernas sin tocar a nadie, yo siempre gano. Ellos siempre me tocan las piernas, no entiendo por qué si ellos saben nadar muy bien. Después de la creciente llevamos galletas de animalitos para que sea el botín de los piratas y así con un palo largo ayudamos a los náufragos a cruzar el río color de chocolate. Los más chiquitos se quedan a la orilla riendo y chapoteando.

Mi mamá se juntó con señor que tiene siete hijos y ella con tres: Natalia, mi hermanito y yo, por eso  voy a comer con tía Adela y a veces me quedo allí a dormir. Tía Adela es buena como el pan, pero también le gusta que hagamos las cosas Muuy bien. Ella vive con mi tío Javier y cuatro hijos, ni una mujer. En mi casa somos doce. Hoy vine a lavar la ropa de mis primos y está más sucia que otras veces. Cuando le ayudo a mi tía ella me da unos centavos o me invita a cenar cereal con leche, que en mi casa no hay. En este río Natalia conoció su primer novio formal, y ella quiere que todos los que tiene vengan ayudarle con la tina de trapos, porque aunque  la ropa está oreada, de todos modos pesa.

Natalia llega rápido para ganar el mejor lavadero, además así, los muchachos ya saben donde buscarla. A ella le gusta platicar y platicar de la noche anterior. Y yo la escucho entre las risitas de los chiquillos que chapotean encuerados, entre las carcajadas de las lavanderas o los golpes huecos en la piedra, que aflojan el mal olor, la mugre y ayudan a desahogar las penas.

Aquí es un rancho y el río nos lleva hasta el mar. Una vez me fui con mis primos en unas llantas desde muy arriba, era un día después de la creciente. Así  se le llama cuando llueve mucho y los montes se deslavan y el río arrastra con tinas, costras y ramas de los árboles y alguno que otro animal. El riachuelo se convierte en un río de miedo y se abre paso entre los sauces y las piedras, y arrastra con todo a su paso.

Mi hermana dice que le gusta mucho un tal Juan que es de Tepic y yo le digo que me gusta mucho un tal Pipo, pero no me hace caso, sólo suspira y suspira.  El otro día la espié detrás del hule y vi cómo estaba beso y beso con el Juan, parecía que él se la quería comer todita. Las manos toscas de él se perdían entre la blusa de ella. Natalia me decía que si al primer beso no le parecía como besaban, después ya ni siquiera los volteaba a ver. Además a mis nueve no tengo de qué preocuparme cada mes que porque no viene “la comadrita”, así como le llaman las amigas de Natalia. Mi hermana una vez me dijo pero muy quedito al oído que cuando alguien te da un beso con ganas, entonces, puedes quedar embarazada. Y cada mes que se mancha el short o la falda, le da un gusto y hasta me abraza. Eso es un secreto que prometí no decir. Y no le voy a contar que la vi cuando estaba con el Juan.

Un día antes de dormirnos le dije, ándale Natalia dime que se siente cuando besas, y que se siente cuando te besa un muchacho que te gusta. Ella no quiere que yo me preocupe cada mes, así como ella lo hace. Ni quiere que presuma mi mancha de sangre en el short. Y así fue cada noche, las mismas preguntas cuando apagábamos la luz para dormir abrazadas. Y una noche por fin me dijo, ya me enfadaste. Tomó mi mano y allí  puso su boca  y me dio instrucciones de cómo besar suave, lento y jugando con los labios. Cuándo terminó me dijo, ¡si con esto no besas bien! Te pueden cortar por no saber hacerlo ¡Ah!, y cuídate de los embarazos.

Así pasó el tiempo, ya llevamos un año viviendo en el rancho. Ahora venimos a lavar los trapos o a fregar los trastes dos veces por semana y después nos bañamos. Los juegos nos los sabemos todos el “pescadito del agua”,  ya casi no nos gusta. Pero sí a ver con los ojos abiertos en bajo del agua, para buscar la moneda o alguna pertenencia de la ropa.

Natalia siguió con su interminable lista de novios, hasta que por fin un día tuvo que irse embarazada a Tepic. Mi mamá todavía vive con el hombre que se juntó y con su montón de hijos. Y a mí, todavía no me visita “la comadrita”. Tengo un mes viviendo con tía Adela pero, todas las noches pelo el ojo porque tengo que cuidarme. En la casa hay dos cuartos la sala y la cocina; en un cuarto duermen mis tíos, y en otro mis primos y yo. En una cama duermen los cuatro y en la otra yo solita.

Tía Adela está muy enferma, dicen que tiene cáncer, yo le pongo barro en la panza, o un pollito recién matado con alcohol, le doy masaje en su cara y le coso servilletas con punto de cruz eso, le gusta mucho. Tía Adela dice que siente lumbre en su panza. Pero, ella no sabe que todos sus hijos por las noches quieren besarme a la fuerza cuando no uno otro, y eso me da miedo. Por eso, dejo que me agarren la que quieran o me quiten los calzones; pero no dejo que me den ni un beso chiquito. Y si me voy con mi mamá, allá me pelean los hijos del otro señor y ella los defiende. Eso me da mucho coraje.

La noche fue tan corta y especial para mí, soñé con el Pipo el muchacho que me  gustaba tanto ¡Ah qué sueño tan bonito! Por fin en un sueño, si pude besar a alguien. Así como Natalia lo hacia con sus novios.

Hoy llegué más rápido que mis amigas y gané el mejor de los lavaderos, ese que prefería Natalia. Son las siete de la mañana y ahora comprendo lo que me decía Natalia del río , que canta, escucha y ve cuando te sonrojas y te sonríes.

Yo estoy tan alegre cantando que no me doy cuenta que llega mi primo el mayor y  me agarra de las greñas y me sambute tres veces en el agua y me acerca a su cara, yo huelo su aliento, ese aliento me resultó familiar o conocido. Entonces él con la mano empuñada me dice, si le dices a mi madre lo que pasó en la noche, te voy a dejar la cara moreteada

Ahora también este río que canta y susurra sabe mi secreto. No fue el Pipo al que besé. Y voy a regresar con mi mamá aunque en esa casa sea invisible.

No hay comentarios.: