El beso soñado
Hay que enjugar en un remanso
de mil aguas las manchas
de las penas.
Todos los días
las mujeres viejas y jóvenes venimos a lavar al río. Bajamos, por la angosta
vereda que serpentea entre las casas con la tina llena de garras en la cabeza.
Al llegar al río nos quitamos las sandalias y tomamos un poco de agua con la
mano para mojarnos las orejas. Algunas de las piedras que sobresalen a la
orilla se convierten en lavaderos. El río nos recibe con brazos abiertos y con
una sonrisa transparente. No se cansa de escuchar nuestros pensamientos, sueños
y suspiros, y también siente cómo nosotras nos esmeramos en limpiar la ropa
aunque no sea la de moda. Natalia, sí anda a la moda.
Natalia es mi
hermana mayor y la quiero mucho, me compra dulces, me lleva a todas partes y me
cuenta todo sobre sus novios. Tiene el pelo largo, el cuerpo bonito, caderas
grandes, cintura de avispa y ojos pequeños y rasgados. Mi hermana me gana con
tres años. Ella se hizo su primer novio a los siete años y ahora que tiene
doce, ya lleva una lista enorme. Siempre que vamos a lavar al río nos apartamos
de las señoras. Natalia dice que sus pláticas están cargadas de tristeza y
despecho. Esas mujeres vienen a lavar en fondo y no les da pena; Natalia
también viene a lavar en corpiño para presumir que está creciendo. Las
señoras hablan de las infidelidades de
sus esposos y golpean con más fuerza el pantalón de mezclilla en la piedra.
Entonces se escucha un golpe hueco y feo, ellas dicen que es bueno para aflojar
la mugre.
Por eso nos
apartamos, porque no queremos que
contagien nuestros sueños llenos de flores, de cielos llenos con figuras de
algodón, de mariposas y primavera. Llegamos de Cuidad Juárez hace unos meses. Y
tía Adela nos dejó vivir en su casa por
mientras mi mamá conseguía trabajo. Al principio veníamos todos los días a
lavar la ropa, a fregar los trastes, a bañarnos o a jugar por varias horas en
el río. Mis primos nos están enseñando a nadar y jugamos a ver debajo del agua,
a pasar un puente que hacemos con las piernas sin tocar a nadie, yo siempre
gano. Ellos siempre me tocan las piernas, no entiendo por qué si ellos saben
nadar muy bien. Después de la creciente llevamos galletas de animalitos para
que sea el botín de los piratas y así con un palo largo ayudamos a los
náufragos a cruzar el río color de chocolate. Los más chiquitos se quedan a la
orilla riendo y chapoteando.
Mi mamá se
juntó con señor que tiene siete hijos y ella con tres: Natalia, mi hermanito y
yo, por eso voy a comer con tía Adela y
a veces me quedo allí a dormir. Tía Adela es buena como el pan, pero también le
gusta que hagamos las cosas Muuy bien. Ella vive con mi tío Javier y cuatro
hijos, ni una mujer. En mi casa somos doce. Hoy vine a lavar la ropa de mis
primos y está más sucia que otras veces. Cuando le ayudo a mi tía ella me da
unos centavos o me invita a cenar cereal con leche, que en mi casa no hay. En
este río Natalia conoció su primer novio formal, y ella quiere que todos los
que tiene vengan ayudarle con la tina de trapos, porque aunque la ropa está oreada, de todos modos pesa.
Natalia llega
rápido para ganar el mejor lavadero, además así, los muchachos ya saben donde
buscarla. A ella le gusta platicar y platicar de la noche anterior. Y yo la
escucho entre las risitas de los chiquillos que chapotean encuerados, entre las
carcajadas de las lavanderas o los golpes huecos en la piedra, que aflojan el
mal olor, la mugre y ayudan a desahogar las penas.
Aquí es un
rancho y el río nos lleva hasta el mar. Una vez me fui con mis primos en unas
llantas desde muy arriba, era un día después de la creciente. Así se le llama cuando llueve mucho y los montes
se deslavan y el río arrastra con tinas, costras y ramas de los árboles y
alguno que otro animal. El riachuelo se convierte en un río de miedo y se abre
paso entre los sauces y las piedras, y arrastra con todo a su paso.
Mi
hermana dice que le gusta mucho un tal Juan que es de Tepic y yo le digo que me
gusta mucho un tal Pipo, pero no me hace caso, sólo suspira y suspira. El otro día la espié detrás del hule y vi
cómo estaba beso y beso con el Juan, parecía que él se la quería comer todita.
Las manos toscas de él se perdían entre la blusa de ella. Natalia me decía que
si al primer beso no le parecía como besaban, después ya ni siquiera los
volteaba a ver. Además a mis nueve no tengo de qué preocuparme cada mes que
porque no viene “la comadrita”, así como le llaman las amigas de Natalia. Mi
hermana una vez me dijo pero muy quedito al oído que cuando alguien te da un
beso con ganas, entonces, puedes quedar embarazada. Y cada mes que se mancha el
short o la falda, le da un gusto y hasta me abraza. Eso es un secreto que
prometí no decir. Y no le voy a contar que la vi cuando estaba con el Juan.
Un día antes
de dormirnos le dije, ándale Natalia dime que se siente cuando besas, y que se
siente cuando te besa un muchacho que te gusta. Ella no quiere que yo me
preocupe cada mes, así como ella lo hace. Ni quiere que presuma mi mancha de
sangre en el short. Y así fue cada noche, las mismas preguntas cuando
apagábamos la luz para dormir abrazadas. Y una noche por fin me dijo, ya me
enfadaste. Tomó mi mano y allí puso su
boca y me dio instrucciones de cómo
besar suave, lento y jugando con los labios. Cuándo terminó me dijo, ¡si con
esto no besas bien! Te pueden cortar por no saber hacerlo ¡Ah!, y cuídate de
los embarazos.
Así pasó el
tiempo, ya llevamos un año viviendo en el rancho. Ahora venimos a lavar los
trapos o a fregar los trastes dos veces por semana y después nos bañamos. Los
juegos nos los sabemos todos el “pescadito del agua”, ya casi no nos gusta. Pero sí a ver con los
ojos abiertos en bajo del agua, para buscar la moneda o alguna pertenencia de
la ropa.
Natalia siguió
con su interminable lista de novios, hasta que por fin un día tuvo que irse
embarazada a Tepic. Mi mamá todavía vive con el hombre que se juntó y con su
montón de hijos. Y a mí, todavía no me visita “la comadrita”. Tengo un mes
viviendo con tía Adela pero, todas las noches pelo el ojo porque tengo que
cuidarme. En la casa hay dos cuartos la sala y la cocina; en un cuarto duermen
mis tíos, y en otro mis primos y yo. En una cama duermen los cuatro y en la
otra yo solita.
Tía Adela está
muy enferma, dicen que tiene cáncer, yo le pongo barro en la panza, o un
pollito recién matado con alcohol, le doy masaje en su cara y le coso
servilletas con punto de cruz eso, le gusta mucho. Tía Adela dice que siente
lumbre en su panza. Pero, ella no sabe que todos sus hijos por las noches
quieren besarme a la fuerza cuando no uno otro, y eso me da miedo. Por eso, dejo
que me agarren la que quieran o me quiten los calzones; pero no dejo que me den
ni un beso chiquito. Y si me voy con mi mamá, allá me pelean los hijos del otro
señor y ella los defiende. Eso me da mucho coraje.
La noche fue
tan corta y especial para mí, soñé con el Pipo el muchacho que me gustaba tanto ¡Ah qué sueño tan bonito! Por
fin en un sueño, si pude besar a alguien. Así como Natalia lo hacia con sus
novios.
Hoy llegué más
rápido que mis amigas y gané el mejor de los lavaderos, ese que prefería Natalia.
Son las siete de la mañana y ahora comprendo lo que me decía Natalia del río ,
que canta, escucha y ve cuando te sonrojas y te sonríes.
Yo estoy tan
alegre cantando que no me doy cuenta que llega mi primo el mayor y me agarra de las greñas y me sambute tres
veces en el agua y me acerca a su cara, yo huelo su aliento, ese aliento me
resultó familiar o conocido. Entonces él con la mano empuñada me dice, si le
dices a mi madre lo que pasó en la noche, te voy a dejar la cara moreteada
Ahora también
este río que canta y susurra sabe mi secreto. No fue el Pipo al que besé. Y voy
a regresar con mi mamá aunque en esa casa sea invisible.
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