15 nov 2017

EL VUELO DEL ÁNGEL Arte Poética en la obra de Berónica Palacios Rojas

Federico Corral Vallejo

A lo largo del tiempo, la palabra ha sido, es y será la substancia poética de la literatura. En la historia de la lírica mexicana, diversos autores han considerado necesario situar un encuentro directo entre lector y poema, la herramienta primordial para que este suceso se lleve a cabo; es la sensibilidad, ésta a su vez se traduce a la emoción inicial del sentimiento por medio del poema. Al respecto José Gorostiza acota que: “La substancia poética, según esta mi fantasía, que derivo tal vez de nociones teológicas aprendidas en la temprana juventud, sería omnipresente, y podría encontrarse en cualquier rincón del tiempo y del espacio, porque se halla más bien oculta que manifiesta en el objeto que habita. La reconocemos por la emoción singular que su descubrimiento produce y que señala, como… la conjunción de poeta y poesía.” [1]

El sentir del poeta, va más allá de una fantasía teológica, temprana, omnipresente y palpable; si bien el encuentro del poeta con la musa, inspiración o numen, se da a cada paso, en cada momento y en cada respiro de su cotidianeidad; sin embargo, es por medio del sonido que la palabra se hace presente y se desprende del alma, de la piel y del corazón del poeta, asimismo busca un tiempo y un espacio dónde anidar. Es así como se da el encuentro del lector con el poema; y éste incluso puede ser, en el lugar menos previsto para que se lleve a cabo el contubernio entre poeta, poema, poesía y lector.

Esta introducción es el fenómeno con el que nos topamos al leer EL VUELO DEL ÁNGEL de Béronica Palacios Rojas, obra con la que se hace acreedora al Premio Nacional de Poesía Rogelio Treviño 2016, en esta su tercera emisión. Dicho poemario es sin duda el espíritu de esa arte poética donde la substancia rebasa la fantasía, donde la voz va más allá de las nociones teológicas pues cada verso de EL VUELO DEL ÁNGEL se hace omnipresente ya que en ellos podemos encontrar cualquier instante de tiempo y cualquier decibel del espacio, porque en los poemas que lo contienen, reconocemos la emoción singular que produce y que señala el arte poética antes delineada, en la que Béronica nace, muere y resucita, pues lo mismo puede ser un temor que una pasión:

…Temo al inicio de un poema,
a tropezar con las mismas palabras,
a no saber escuchar el reclamo del árbol.

Temo a la repetición generacional
de un padre fantasma,
a los deyabús que rodean mi estela
y a la caducidad de mi poesía.

Temo a los versos que en desfiladeros
mueren ante el primer parpadeo,
al golpeteo de las palabras …

Algo similar a esta reflexión que estamos tratando, ha dicho el poeta José Emilio Pacheco: “el poema se asfixia al salir del agua-madre de su lengua...” [2] y en el proceso de su adaptación respecto al tiempo y al espacio que el poema madura y empieza a respirar por sí solo, entrando al mundo que llamamos vida; ahí el poeta vive de su aliento poético, y el sentir individual de su palabra, la cual se convierte en círculo vicioso que culmina en la resurrección de la poesía... ésta vagabundea más allá del limbo y del silencio, incluso más allá de la muerte, pues el verdadero poeta, nunca muere, perdura en la construcción de sus versos, así nos lo hace constar EL VUELO DEL ÁNGEL, donde Palacios Rojas, insisto, desgrana y entrega su arte poética, pétalo a pétalo como quien deshoja una margarita, la poeta jalisciense nos entrega más de su arte en esta su “Necesidad poética”:

Tardé muchas lunas hiriendo la hoja
con versos que tocan
la primitiva luz de la palabra.

Al entretejer los versos
pensé en frases cursis / eróticas / contestatarias
—que hoy están de moda—
en frases llanas y sintagmas fijos
que asfixian al poema.

Debemos de tener en cuenta como dice la poeta chihuahuense Alicia Acosta: “La vida del poeta no muere, perdura en sus líneas, en la musicalidad de sus versos. Amar y vivir en la poesía es prolongarse a través del tiempo, en las páginas de un libro donde el espíritu del poeta, viste de gala las palabras. La vida del poeta no muere, está detrás de las frases de un poema, en la otra dimensión de las palabras…”[3] Y es ahí donde:

Nacen y re-suscitan frases /
metáforas que saltan de rama en rama
mientras el líquido canto
refresca las lenguas de fuego
que brotan del colorín.

Como podemos apreciar, la poética se hace reflexión en la teoría, sin embargo, la práctica de la misma, es emoción espectacular cuando la capacidad de asombro sigue viva ante la belleza del arte por el arte mismo. Vicente Huidobro nos hereda a manera de manifiesto su enseñanza sobre la arte poética y nos dice: “Que el verso sea como una llave que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando; cuanto miren los ojos creado sea, y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata... Por qué cantáis la rosa, ¡oh, poetas!  hacedla florecer en el poema; sólo para nosotros viven  todas las cosas bajo el Sol. El poeta es un pequeño Dios.”4 Aún a sabiendas de las palabras Huidobrianas, Berónica dicta:

Me resisto…
a ofertar poemas inconclusos /
manuscritos
         cuarzos para toda dolencia.

Como podemos observar, todo sucede en el arte de la poesía, perenne extravió en la mirada del tiempo. Reencuentro infinito, signo a signo, letra a letra, palabra tras palabra, verso a verso y poema tras poema; en este remolino de sonidos el poeta es puño que libera el ritmo del corazón y la métrica del alma. Esto sucede cuando la poética recoge los acentos para quitar peso a las palabras, para hacer de su trabajo literario un cúmulo de ideas entrelazadas a la ética, la estética, la retórica y sobre todo a la poética, elementos bases que posee EL VUELO DEL ÁNGEL donde:

Todo forma un carnaval de letras…
Cuando escuché la agonía del verso
empecé amansar las ideas.
La blancura se resistía a ser mancillada
con palabras desgastadas
           de otra dimensión
           de alguna era vestida de misterio.

Y brotó de la virgen superficie: el poema.

Como ya dije antes: el arte por el arte mismo, trae consigo la capacidad de asombro, ésta se bifurca y explota en todas direcciones, dicho fenómeno metafórico nos da entender de una manera figurativa, que la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre. Tal hipótesis es apoyada por la poética que acontece en el reflejo del arte, por medio del cual los creadores esfuminan sus emociones como quien separa los colores del arco iris por de la luz en la mirada. Nada más confiable que el creador de letras se dedique a leer antes de escribir, y haga de la lectura diaria el cimiento de su poética. Y más allá del silencio, su huella río de palabras contará su historia. Es entre libros que la madre filosofía despliega su pensamiento lúcido y cobija al poeta con la magia de la poesía. Palabra que vive y siente, que piensa y reflexiona, que alumbra y transmite; y cual transfusión sanguínea, devuelve la vida al pensamiento. Basada en versos vallejianos, asistimos al eco de Nací un día que Dios estuvo enfermo para retomar su arte poética:

Todo cuanto acontece ya en el fondo, ya en la forma de EL VUELO DEL ÁNGEL, conlleva luz, magia, ritmo, cadencia; todo dentro de los cánones del verso libre, sin importar tiempo ni espacio, ahí donde:

…el alfabeto se pobló con nuevas épocas
que guardé junto al pecho
 / muy cerca de la perversa poesía
que llevabas a cuestas.

En conclusión: el arte poética es la forma en que el poeta entrega a sus posibles lectores sus emociones. El arte poética es un triángulo complementario, formado por el cerebro, el corazón y el sentimiento; este último, eslabón entre el sentir y el pensar de la conciencia donde la inspiración nunca duerme... Por medio del arte poética visualizamos plenamente la vida en todos sus tiempos –presente, pasado, futuro–, aquí en este instante, mis cinco sentidos entienden que nuestra madre Poesía no ha dejado, ni dejará de parir ideas en la memoria de los poetas por los siglos de los siglos.



[1] Gorostiza, José. Poesía y poética. 1ª edición, Fondo de Cultura Económica, Colección: Lecturas mexicanas, México, 1964, p 9.
[2] Argüelles, Juan Domingo. El poeta y la Crítica (Grandes poetas hispanoamericanos del siglo XX como críticos). Colección: Poemas y ensayos. 1ª edición, UNAM, México, 1998, p10.
[3] Desde el fondo de mi alma, Alicia Acosta.1ª edición, edtorial JUS, 1982, p 106.
4 El espejo de agua, Vicente Huidobro, Biblioteca Orión, Buenos Aires, 1916.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

QUERIDA BERÓNICA, GRACIAS POR LA DIFUSIÓN DEL TEXTO Y EL PREMIO NACIONAL DE POESÍA ROGELIO TREVIÑO... FEDERICO CORRAL VALLEJO


Ruth dijo...

Me encantó la reseña, es una invitación a la lectura. Felicidades.
Bero, todos mis respetos y admiración a tu trabajo y a tu capacidad creadora. Un abrazo.